Los Medios de Comunicación y la educación en valores
Las teorías clásicas de la Psicología Social consideran que el hombre es un ser de necesidades que se satisfacen socialmente y en condiciones concretas de existencia, vale decir, en su cotidianeidad.
La sociedad actual se ve atravesada por profundos cambios que necesariamente impactaran sobre la subjetividad personal y colectiva. Las tecnologías de la comunicación y la información es un ejemplo de ello.
En este proceso de crecimiento, el hombre está en permanente aprendizaje a partir del cual conforma sus matrices de acción. Todo lo que nos rodea se constituye en una fuente de conocimiento, en otras palabras, somos permanentemente educados por el medio social, cultural, tecnológico, político, económico, etc.
Al decir que todo nos educa, estamos diciendo, además, que todos somos educadores, no solo la escuela está llamada a cumplir este rol, educamos como padres, como vecinos, como referentes de organizaciones, como trabajadores y también como comunicadores sociales. Vale decir, que en todas las relaciones humanas se manifiesta nuestra doble condición de educadores y educandos.
Educar no es sinónimo de escolarizar porque no siempre este proceso se lleva adelante en las aulas. Es frente a esta realidad que se impone una necesidad de interactuar sobre otros actores sociales que, en el marco de las nuevas tecnologías, también tienen como función implícita la de educar, con algo más en su beneficio: la masificación de los contenidos en menor tiempo.
Comienzan a surgir en los últimos tiempos otros formadores: los medios de comunicación. No es que antes no hayan existido solo que ahora han alcanzado tal grado de desarrollo que contribuyen a crear nuevos modos de relaciones sociales.
La constante diversificación de los medios, supone no solo, una variada forma de vehiculización de los mensajes informativos sino que además plantea una nueva concepción de los sujetos como receptores de la información. La sociedad de la sub – información ha dado lugar a la sociedad de la multi – información que amplia significativamente la oferta comunicativa, e impone una inquietante vertiginosidad que plantea desafíos sin precedente a todos los actores sociales.
No son pocos los expertos que hablan de una “revolución” de las comunicaciones, señalando que esta etapa, más que ampliar las capacidades físicas del hombre, lo que se propicia es la conformación de una nueva estrategia intelectiva.
Esta opulencia informativa supone un cambio radical en todas las relaciones humanas. Las estructuras socio – políticas y las científicos – técnicas tampoco han escapado a estas variables, siendo las últimas dos décadas determinantes en la conformación de noveles paradigmas sociales.
En un estudio realizado por la Fundación para la Investigación y el Desarrollo de la Ciencia, el Lic. Daniel Cohen señala que los niños en edad preescolar, miran alrededor de tres mil horas de TV antes de ingresar al primer grado del ciclo básico. Durante el período de enseñanza primaria y secundaria, los estudiantes acumulan alrededor de diez mil horas de asistencia a clase, mientras que en el mismo tiempo, gastan un promedio de quince mil horas frente a un aparato de TV.
Según una investigación realizada por la Secretaría de Medios de Comunicación de la Presidencia de la Nación, el equipamiento de televisores en los hogares argentinos ha crecido en los últimos años y llega a una cobertura del 96,6%, con un promedio de 2.4 televisores por hogar aún en los de más bajo recursos.
Por otra parte, los entrevistados manifiestan ver un promedio de 3,4 horas diarias de televisión. Lo que equivale a decir que la TV sigue siendo el principal consumo cultural de los argentinos, como se viene registrando desde hace muchos años.
Según esta encuesta, la TV ya no es el medio de entretenimiento por excelencia puesto que hoy ha crecido mucho como fuente de información. En este sentido el 84.4 % de los entrevistados se informa por TV.
Por último, nos parece importante, a los efectos de este trabajo, agregar datos sobre otras preferencias que, en materia de gustos, mantienen un perfil ligado al entretenimiento: películas (42,1%), deportes (33,5%) y novelas (20,8%). Más allá de esto, se registra un bajo interés en los programas políticos (9,6%) y un significativo consumo de los programas de televisión que sólo emiten música (12,5%) por último el rubro historia Cultura y Arte (5%)
Estos datos confirman que el desarrollo de las nuevas tecnologías asociadas a los Medios de Comunicación ha potenciado la difusión de otros modos de constitución del Mundo Interno que van modelando de manera vertiginosa nuestros conocimientos. En otras palabras, los medios ejercen un importante papel pedagógico que imponen según sus valores.
En tal efecto la UNESCO señala: “La comunicación engendra un medio educativo y pasa a ser ella misma un tema de educación, al paso que el sistema educativo pierde el monopolio de la educación”.
Ahora, más allá de las megas confabulaciones y la eterna lucha épica entre las máquinas y los hombres, los medios son herramientas humanas creadas y dirigidas por humanos, con los clásicos intereses de poder, ideología, dominación, seducción, etc. y que han adquirido un enorme control de la información a través de los proceso de concentración producidos fundamentalmente en la década del 90. Esta humanización de los Medios de Comunicación ubica a sus dueños, a veces desconocidos, y sus trabajadores en un plano de absoluto compromiso social.
Es posible que algunos periodistas sientan que no son responsables por que simplemente ejercen su función de comunicar e informar, pero es un momento oportuno para comenzar a discutir los derechos (libertad de expresión y de opinión) pero también las obligaciones que implica estar al frente de una tecnología que se ha transformado en una importante herramienta de educación.
Nuestras vidas están absolutamente vinculadas a los medios y podríamos decir que nos acompañan siempre cualquiera sea el nivel de alfabetización que tengamos, por ellos nos informamos, construimos nuestros valores estéticos, consumimos determinados productos, formamos nuestras agendas temáticas, debatimos sobre lo que imponen y actuamos los roles sociales que compramos.
Aún en este contexto, algunos sostienen que la televisión en general no está para educar, y que si alguien quiere ser alfabetizado por TV debería ver canales como: Discovery Chanel, Animal Planet, History Chanel, etc.
Según el diccionario de la Real Academia Española educar es: Dirigir, enseñar. Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven. Desarrollar las fuerzas físicas. Perfeccionar, afinar los sentidos. Enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía.
Es en esta definición donde los medios de comunicación deben jugar un papel fundamental (de hecho lo juegan), porque nadie pretende de ellos que formen a nuestros niños en contenidos curriculares como: Ciencias, matemáticas, lengua, etc. por que para eso hay otras ámbitos naturales como la escuela, pero lo que si exigimos es que eduquen en valores tales como: solidaridad, responsabilidad social, compromiso con su comunidad, respeto a la diversidad, etc.
Hoy, como desde su existencia misma, los medios han educado en valores, pero basta ver algunas programaciones para darse cuenta que éstas hacen un planteo absolutamente inversos a lo que podría exigir un grupo de individuos que quiere constituirse como sociedad solidaria.
Estos anti – valores (según mi criterio de análisis) quedan plasmados en los cotidianos mensajes individualistas; discriminatorios de la mujer, del gordo, del lento, del negro; omnipresente, hoy es vital estar en todas partes a la vez; fugaces, manifestados principalmente en las relaciones familiares y de pareja; descomprometidos y ahistóricos, donde lo que importa es el ahora, la historia ya paso y el futuro es hoy y tantos otros mensajes que solo apuntan al sujeto como ente abstracto y desconectado de su contexto más cercano.
Siempre es el momento oportuno para debatir acerca de estos temas, más aún, cuando permanentemente se escuchan voces que reclaman por una generación más sana pero poco se hace para lograrlo, como si simplemente fuéramos espectadores sin ningún tipo de responsabilidad social. Todos formamos parte de la gran trama de compromisos que se necesitan para que la educación que propiciamos como adultos se constituya en verdaderos paradigmas de futuro.