Septiembre 2003 .- NATALIA VERGEL

2003septiembre

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NATALIA VERGEL

2003septiembre

Tiene 24 años, estudió dos años psicología. Durante el día trabaja de moza en un bar, pero su vocación está en la contención de adictos en diversas comunidades de Rosario. 

“Me gusta es ayudar a la gente, es espontáneo en mí por eso fui a la comunidad a conocerla y a aprender”

 

Natalia realiza pasantías en centros de rehabilitación para personas con adicciones a drogas y alcohol. Allí asisten chicos enviados por sus familias o jueces que creen la necesidad urgente de un tratamiento socio-afectivo y médico.

Por qué decidiste ingresar a las comunidades y realizar una experiencia con características tan fuertes?

– Me llamó la atención. Sobre los adictos no sabía nada, tenía la idea de la opinión popular, es decir  como dicen todos “no te acerques, es un drogadicto, “un falopero”. Y lo que no saben es que lo están discriminando, y le tienen miedo. Me encontré con esta posibilidad y lo que más me gusta es ayudar a la gente, es espontáneo en mí por eso fui a la comunidad a conocerla y a aprender.

Cómo fue tu primer día en ese lugar?

-Me asusté, no entendía nada. Escuché historias terribles de chicos detenidos por la policía, con instancias familiares de falta de afecto, o todo lo contrario, con una sobreprotección inimaginable. En ambos casos -detenidos o no- se los trata por igual, si bien en algunos momentos hay que tener más cuidado, todos se relacionan de manera similar. Comienzan con una internación y, luego, pasan a un hospital de día y después a una etapa ambulatoria donde algunos salen ya a trabajar.

Me imagino que tenés funciones específicas, como las tendrán los psicólogos, médicos y las otras personas que trabajan allí…

-Si, comencé haciendo guardias, me quedaba a dormir ahí los fines de semana, tenés que estar atento por si les pasa algo, si necesitan hablar u otro tipo de ayuda.

Por qué con tu edad, elegís esto de quedarte un fin de semana colaborando para la cura de adictos, en lugar de, por ejemplo, salir a bailar con amigas?

-Me encanta hacerlo. Es muy duro porque comenzás a relacionarte con los adictos, los aprendes a querer. Yo participo de reuniones entre ellos y sus padres para intentar reconstruir lazos y es ahí donde se reclaman de todo un poco, y yo salía mal anímicamente, lloré mucho. Con el paso del tiempo, te vas poniendo más “dura”, porque obviamente si los querés ayudar no podés caerte.

Qué cuestiones se repiten  en los chicos que viven en las comunidades?

-La ausencia del padre, de la figura masculina, y una madre sobreprotectora que no pone límites. Por lo general, la familia se carga de mucha culpa, y a veces se manejan mal con esa culpa porque lo único que hacen es “depositar” a sus hijos en la comunidad. Por supuesto, que hay otros padres que se interesan muchísimo y forman parte activa del tratamiento de sus hijos. Aunque, pensá que hay gente desde los 13 a los 40 años, con problemáticas similares de acuerdo a su edad. Aunque el de 40 años viene siempre con más intentos de tratamiento.

Qué opina tu familia de este trabajo?

– Mi papá y mi mamá me apoyaron siempre, en cambio a mi hermana de 26 años no le gustaba porque tenía miedo de que me pase algo, de mi desgaste psicológico. Pero a mi me apasiona y todavía me falta aprender mucho y, obviamente, no soy la misma persona que entró a la comunidad hace tres años.

Qué aspectos cambiaste?

-Principalmente, la experiencia que adquirí con respecto al tema; y también lo que me enseñaron a nivel humano como valorar la familia que tengo, a mis cosas. No tuve una infancia fácil pero mis padres me enseñaron a aceptar la familia que me tocó y a no quejarme por todo. Eso aprendí.

Y esa idea del imaginario colectivo que discrimina a las personas con adicciones…

-El tema no es que se droguen, es lo secundario. El problema pasa por el por qué cayó en la droga o en el alcohol. No vienen a la comunidad a recuperarse de la droga, sino que revisan su historia, qué paso en su familia.

Según lo que decís una de las principales causas de las adicciones es relación con su familia…

-Hay una serie de causas,  también la personalidad es otro factor de influencia. Y no se puede comparar formas de ser y reaccionar frente a situaciones similares.

No debe ser fácil trabajar con los familiares, ¿cómo te preparás para enfrentar esa situación?

-trabajo coordinadamente con una psicóloga, aunque en un tiempo lo hice sola. Aprendí a escuchar a los chicos pero también estaba de acuerdo en cuestiones que planteaban los padres en cuanto a que sus hijos no les hacían caso. Yo no les puedo resolver el problema pero sí ayudarlos a que reconstruyan la relación. Sin embargo, nadie puede asegurar que se van a recuperar, la comunidad no es un lugar donde se salvan vidas sino un espacio de ayuda y contención para poder lograr la cura.

Alguna vez te dieron ganas de dejar todo e irte?

-No, aunque al principio no sabía mucho cómo manejar la situación, hacía guardias acompañada, después sola y yo sabía a quién pedir ayuda si determinada situación se me iba de las manos. En realidad, nunca me pasó nada, los chicos se portaban muy bien conmigo.

Por qué esperaste para volver a realizar la pasantía?

Cuando me fui  de la  comunidad, lo hice porque consideré que necesitaba un descanso mental.

Si lo que te gusta es ayudar a los demás, y viendo que hay muchísimas maneras de ayudar, ¿por qué justamente elegiste adicciones?

-Porque es algo complicado que choca con el imaginario social de temor a los adictos. Me gusta romper con ese mito y dar a conocer que los adictos son personas con dificultades, no justifico la adicción pero creo que hay causas que llevan a eso y no lo hacen porque quieren o porque están empecinados en molestar a las otras personas.

Qué rescatás de toda esta experiencia?

-Es saber que lo que hice, realmente les sirvió. Es lo mejor que me llevo de la comunidad.

Silvana Caletti
Rosarioeduca